
Los Salmos, como el Sal 130 testifican que la confesión del pecado forma parte de nuestro culto a Dios.
El Apóstol Juan al escribir a la iglesia en 1 Jn 1.5 dice, “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.”
Este es una manera poética para decir que Dios es Santo.
Luego en 1 Jn 1.6-7 dice en unas palabras que como Dios es santo debemos reflejar su santidad en la manera que vivimos.
Según el evangelio de Jesucristo, somos santificados en Cristo.
1 Co 1.30 dice, Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios -… santificación.”
Sin embargo somos propensos a pecar contra Dios.
Por eso Juan sigue diciendo en 1 Jn 1.8, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.”
Somos también, a nuestra vergüenza, propensos a acusar a otros de sus pecados antes de ver nuestros propios pecados.
Conocemos la historia de la mujer adúltera en Juan 8.1-11. Jesús dijo a los escribas y los fariseos, “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (v.7).
En el Sal 130.3 el Salmista pregunta a Yahvé, “Yahvé, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse?”
Pues, en 1 Jn 1.9 el Apóstol sigue diciendo, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecado, y limpiarnos de toda maldad.”
Lutero caracterizaba la vida del creyente como una vida de arrepentimiento.
La confesión del pecado forma parte de nuestro culto a Dios.
Lo vemos en el clamor del Salmista. El Salmista dice el mismo en el Sal 130.3-4, “Yahvé, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.”
Así que según el NT entendemos que Sal 130 se cumple en Cristo. El Salmista espera al Cristo y llama a Israel que espere a Cristo.
Fijémonos ahora en el Sal 130.1-8. “De lo profundo …” el Salmista era consciente que necesitaba más que una reforma por fuera; más que un cambio de su comportamiento. El Salmista sabía que su pecado tenía que ver con su corazón.
La palabra, “súplica” en el v.2 no refiere a peticiones. Literalmente la palabra quiere decir, “clamor por misericordia.” Vemos en el v.3 que el Salmista pide por el perdón. Así que el Salmista clama por misericordia porque quería que Dios limpiara su corazón.
En los vv.5-6 el Salmista expresa su confianza en que Dios le perdonará. Dios siempre ha prometido su misericordia y perdón en los profetas.
Yahvé proclamó a su nombre a Moisés en Éx 34.6-7, “Y pasando Yahvé por delante de él proclamó: ¡Yahvé! ¡Yahvé! fuerte, misericordioso y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado.”
Y proclamó el profeta Isaías en Isa 55.7, “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahvé, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.”
Así que cuando la confesión del pecado es acompañada con la confianza en Dios, es un gran estimulo y consuelo para el alma.
Las palabras “Esperé … esperó …he esperado … espera …” implica una segura expectación. El Salmista no espera por si acaso Dios sea misericordioso. Al contrario, ya ha recibido el perdón y expresa la idea de que sigue siendo confiado en la misericordia de Dios.
El Salmista no ponía su confianza en un sentimiento sino en la promesa de Dios. “En su palabra he esperado” (v.5). Así que el Apóstol Juan puede decir con seguridad en 1 Jn 1.9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecado, y limpiarnos de toda maldad.”
En el Sal 130.6 el Salmista da un fuerte cuadro de la expectación y confianza en el perdón de Dios. Después de la noche el sol saldrá. Habiendo conocido el perdón de Dios, el Salmista quiere que todo el pueblo de Dios conozca su perdón.
El Salmo 130.7 nos testifica de nuestra misión a proclamar el evangelio de Jesucristo para que otros pueden conocer la salvación de Dios. El Salmo 130.7-8 nos testifica también que el evangelio es para la iglesia. “Espere Israel a Yahvé, porque en Yahvé hay misericordia, y abundante redención con él.”
El evangelio no es solamente para los no creyentes. Es también para la iglesia. Ro 5.20-21 dice, “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase: mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”
Este es las buenas nuevas que la nueva iniciativa de la iglesia protestante en El Ensanche de Vallecas anuncia a todo hombre y mujer; niño y niña. El mensaje que Jesucristo es el Hijo de Dios que vino para identificarse con los que le aman y para dar su vida en rescate de muchos.