OH HIJO DE DIOS, E HIJO DEL HOMBRE, Tú te encarnaste, sufriste, resucitaste y ascendiste por mí; tu partida no fue una muestra de separación, sino una promesa de regreso; tu Palabra, tus promesas, tus sacramentos, muestran tu muerte hasta que vuelvas. Tal día no me produce espanto, pues tu muerte me ha redimido, tu Espíritu me llena, tu amor me impulsa, tu Palabra me gobierna. He confiado en ti y no has traicionado mi confianza; te esperé, y no he aguardado en vano. Vendrás para resucitar mi cuerpo del polvo y restituirlo a mi alma, por medio de una maravillosa obra de poder y amor infinitos, mayor que la que contiene las aguas del océano, mueve las mareas, mantiene las estrellas en el firmamento y da vida a todas las criaturas. Este cuerpo corruptible se vestirá de incorrupción, este cuerpo mortal, de inmortalidad, este cuerpo natural será espiritual, este cuerpo deshonrado será glorioso, este cuerpo débil será poderoso. Triunfo ahora en tus promesas tal como lo haré en su cumplimiento, puesto que la cabeza no puede vivir si los miembros están muertos. Tras el sepulcro está la resurrección, el juicio, la absolución y el dominio. Todo acontecimiento y circunstancia de mi vida será ponderado: los pecados de mi juventud, mis pecados ocultos, los pecados para tu deshonra, la desobediencia de tu palabra, los pecados de desechar las admoniciones del ministro, los pecados contrarios a mi conciencia. Todo ello será juzgado; y, tras el juicio, habrá paz y descanso, vida y servicio, trabajo y disfrute para tus elegidos. Oh Dios, mantenme en esta fe, siempre a la espera del regreso de Cristo. (El Valle de la Visión)
Síganos en
- Follow La fuente de vida on WordPress.com
-
Entradas recientes
Archivos