Que en todas las miserias y persecuciones, con plena confianza, espero del cielo, como juez, a aquel mismo que primeramente se puso delante del juicio De Dios por mí y alejó de mí toda maldición; el cual echará a todos los enemigos suyos y míos en las penas eternas; y a mí con todos los elegidos, me conducirá al gozo del cielo y a la gloria eterna. (El Catecismo de Heidelberg: enseñanza de la Doctrina Cristiana, pregunta 52)
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