Bendito Señor Jesús, Ninguna mente humana podría concebir o imaginar el evangelio. Obrando con una eterna gracia, tú eres su mensajero y su mensaje, viviste en la tierra movido por una compasión infinita, sometiendo tu vida al insulto, el escarnio y la muerte, para que yo fuera redimido, rescatado, y liberado.
Bendito seas, oh Padre, por idear ese camino, te expreso mi gratitud eterna, Cordero de Dios, por abrirlo, te alabo eternamente, oh Espíritu Santo, por aplicar ese camino a mi corazón.
Gloriosa Trinidad, graba el evangelio en mi alma, hasta que su virtud se extienda a todas mis facultades; haz que lo oiga, lo reconozca, profese y sienta. Enséñame a asegurar esa poderosa bendición.
Ayúdame a renunciar a toda pasión preferida, a someter corazón y vida a su mandato, a tenerlo en mi voluntad, que controle mis sentimientos y conforme mi entendimiento; a seguir estrictamente las reglas de la religión verdadera, sin apartarme de ella en ningún caso, ni por obtener ventaja alguna para eludir el mal, los obstáculos o el peligro. Llévame a la cruz para buscar la gloria en su infamia. Despójame de toda agradable pretensión de rectitud por méritos propios.
Oh misericordioso Redentor, me he mantenido alejado de ti demasiado tiempo, a menudo te he crucificado de nuevo a causa de me impenitencia, te he expuesto a vergüenza pública. Te agradezco la paciencia con que me has soportado durante tanto tiempo, y por la gracia que ahora me lleva a desear ser tuyo.
Oh, úneme a ti con lazos inseparables, para que nada vuelva a alejarme de ti, mi Señor, mi Salvador. (de El valle de la visión: Antología de oraciones y devociones puritanas)